Mostrando entradas con la etiqueta ESPAÑA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ESPAÑA. Mostrar todas las entradas

domingo, 28 de abril de 2013

La España del siglo XVIII


 La Guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht. 
Guerra de Sucesión (1701-1713) 
Carlos II, que había muerto sin descendencia en 1700, nombró sucesor a Felipe de Anjou , nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV, quien fue coronado con el título de Felipe V. Acababa así la dinastía de los Habsburgo y llegaba al trono español la dinastía de los Borbones. 
Inglaterra, Holanda y Portugal decidieron apoyar al candidato Austriaco, el archiduque Carlos de Austria. La guerra de Sucesión fue una guerra europea y española: 
a) Como guerra europea se enfrentaron al bando francoespañol, Inglaterra, Holanda, Austria y Portugal, a las que se añadió después Saboya. 
b) Como guerra civil española la Corona de Aragón fue mayoritariamente partidaria del archiduque Carlos, Castilla apoyó a Felipe. 
El conflicto tenía una doble perspectiva 
a) El ascenso al trono español de Felipe V representaba la hegemonía francesa y la temida unión de España y Francia bajo un mismo monarca. Este peligro llevó a Inglaterra y Holanda a apoyar al candidato austriaco, que, por supuesto, era apoyado por los Habsburgo de Viena. Las diversas potencias europeas se posicionaron ante el conflicto sucesorio español. 
b) Por otro lado, Felipe V representaba el modelo centralista francés, apoyado en la Corona de Castilla, mientras que Carlos de Habsburgo personificaba el modelo foralista, apoyado en la Corona de Aragón y, especialmente, en Cataluña. 
Los ejércitos de Felipe V controlaron la mayoría del territorio en España, con algunas contraofensivas austriacas, sólo una parte de Cataluña resistió tras 1707. En el plano internacional las fuerzas estuvieron bastante equilibradas. 
La guerra terminó con el triunfo de Felipe V. Junto a las victorias militares de Almansa, Briguega y Villaviciosa, un acontecimiento internacional fue clave para entender el desenlace del conflicto: Carlos de Habsburgo heredó en 1711 el Imperio alemán y se desinteresó de su aspiración a reinar en España. Sus aliadas, Inglaterra y Holanda, pasaron en ese momento a ver con prevención la posible unión de España y Austria bajo un mismo monarca. 
El Tratado de Utrecht 
La guerra concluyó con la firma del Tratado de Utrecht en 1713. El tratado estipuló lo siguiente: 
Felipe V era reconocido por las potencias europeas como Rey de España pero renunciaba a cualquier posible derecho a la corona francesa. 
- Los Países Bajos españoles y los territorios italianos (Nápoles y Cerdeña) pasaron a Austria. El reino de Saboya se anexionó la isla de Sicilia.
- Inglaterra obtuvo Gibraltar, Menorca y el navío de permiso (derecho limitado a comerciar con las Indias españolas) y el asiento de negros (permiso para comerciar con esclavos en las Indias). 
El Tratado de Utrecht marcó el inicio de la hegemonía británica. 
España fue la gran perdedora, a cambio de reconocer a Felipe V como rey, que renunció a heredar la corona francesa, perdió: a Saboya se le adjudicó Sicilia, al emperador Carlos de Austria los Paises Bajos, el ducado de Milán, Nápoles y Cerdeña. Austria cedió Cerdeña a Saboya a cambio de Sicilia. 
Cambio dinástico. Los primeros Borbones. 
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios. Estos cambios fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V (1700-1746) y desarrolladas con Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759- 1788), cada uno de los cuales contribuyó a una monarquía fuerte, centralista y unificada, según el modelo francés. 
Felipe V, duque de Anjou. Su abuelo fue el rey francés Luis XIV. Heredó el trono español al morir Carlos II sin descendencia. Bajo su reinado se inició la renovación de la cultura en España. En 1712 aún no acabada la guerra de Sucesión, se fundó la Biblioteca Nacional; un año después, se creaba la Academia de la Lengua y, más tarde, las de Medicina, Historia... todas ellas a imitación de las Academias francesas. 
En política interior se ocupó de la creación de secretarías y de intendencias así como de llevar a cabo una centralización y unificación administrativa con los Decretos de Nueva Planta, aboliendo los fueros aragoneses y valencianos. 
Tras la muerte de su primera esposa, María Luisa de Saboya, Felipe contrajo de nuevo matrimonio en 1714 con Isabel de Farnesio, que le dio siete hijos: entre ellos el que sería Carlos III, y Felipe, duque de Parma. El nuevo matrimonio supuso un cambio del influjo francés por el italiano, realizando a partir de entonces una política que solicitaba una revisión de lo pactado en Utrech y la recuperación de los territorios italianos. El Cardenal Alberoni dirigió en un primer momento esta política reivindicatoria, pero la Cuádruple Alianza integrada por Gran Bretaña, Francia, Países Bajos y el Imperio, puso fin a estos intentos. Se fracasó asimismo en los intentos por recuperar Menorca y Gibraltar. 
En enero de 1724, Felipe V abdicó de forma inesperada en su hijo Luis, primogénito de su primer matrimonio con María Luisa de Saboya, pero tras la temprana muerte de Luis I, en agosto del mismo año, Felipe volvió a reinar España. 
Este segundo reinado de Felipe V supuso un cambio en la política anterior a su abdicación, con miras más españolas que italianizantes y rodeándose de ministros españoles. Entre ellos, José Patiño; José del Campillo y el marqués de la Ensenada. 
La alianza familiar con Francia a través de los Pactos de Familia (1733 y 1743) hizo que el ejército español ayudara al francés en las guerras de Sucesión polaca y austriaca, y posibilitó que el hijo mayor de Isabel de Farnesio, Carlos, se convirtiera en rey de Nápoles y Sicilia, llegando a ser también más tarde rey de España como Carlos III; y el otro, Felipe, en duque de Parma, Plasencia y Guastalla. 
El 9 de julio de 1746, Felipe V murió en Madrid, sucediéndole en el trono su hijo Fernando VI, tercer hijo de Felipe V y de su primera esposa María Luisa Gabriela de Saboya. Se casó con Bárbara de Braganza, hija de Juan V de Portugal y de la archiduquesa Mariana de Austria. Su política fue la de sus ministros, muy eficaces y con programas reformistas de gobierno como el marqués de la Ensenada, -partidario de la alianza francesa-; José de Carvajal, -partidario de la unión con Inglaterra-. 
Su reinado se caracterizó por el mantenimiento de la paz y la neutralidad frente a Francia e Inglaterra, mientras ambas intentaban la alianza con España. Esta situación fue aprovechada por el marqués de la Ensenada para proseguir los esfuerzos de reconstrucción interna iniciados en el reinado de Felipe V. En el interior del país se fomentó la construcción naval para la Armada, la construcción de caminos, canales y puertos. 
Siguió en la línea de fomento de la cultura, ej. fundación de la Academia de San Fernando de Bellas Artes en 1752. 
Por otra parte, el regalismo alcanzó pleno éxito en el Concordato de 1753 con los Estados Pontificios, beneficioso para el control de la Iglesia puesto que atribuía al rey el patronato universal. 
Falleció sin descendientes en 1759. 
Reformas en la organización del Estado. La monarquía centralista. 
La llegada de la nueva dinastía borbónica propició importantes cambios en la estructura del Estado. Estos cambios fueron introducidos esencialmente durante el reinado de Felipe V (1700-1746) y desarrolladas con Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759- 1788), cada uno de los cuales contribuyó a una monarquía fuerte, centralista y unificada, según el modelo francés. Medidas centralizadoras, con el objetivo de hacer un estado más eficaz. En este sentido se adoptaron novedades importantes: 
1. Decretos de Nueva Planta (1707 Aragón y Valencia, 1715 Mallorca, 1716 Cataluña): Abolición de los fueros e instituciones propias de los reinos de la Corona de Aragón. Los fueros de las provincias vascas y Navarra se mantuvieron ya que apoyaron a Felipe V durante la Guerra de Sucesión. No sólo se suprimieron los fueros y las instituciones (entre ellas las Cortes), en cada uno de ellos se puso un capitán general (sustituye al virrey), y una audiencia, y se impuso un nuevo sistema tributario. En Cataluña se trasladó la universidad e Barcelona a Cervera, se estableció que las causas de la Audiencia se hicieran en castellano. 
2. Nuevo modelo de administración territorial, basado en la siguiente estructura: división del territorio en provincias (intendencias); sustitución de los Virreyes por los Capitanes Generales como gobernadores políticos de las provincias; las Reales Audiencias se mantienen para las cuestiones judiciales; y siguiendo el modelo francés, se creó la figura de los Intendentes, hombres de confianza, que actuaban como delegados de gobierno territoriales con amplias funciones: justicia, policía, recaudar impuestos, reclutamiento, intendencia, etc. Sirvieron para impulsar proyectos de reforma. Finalmente, en los Ayuntamientos se mantuvieron los cargos de Corregidor, Alcalde Mayor y Síndicos personeros del común (elegidos por el pueblo para su defensa). 
3. Los Borbones también reformaron la administración central consolidando el establecimiento de una plena monarquía absoluta. Se suprimieron todos los Consejos, exceptuando el Consejo de Castilla que se convirtió en el gran órgano asesor del rey. Se crearon las Secretarías de Despacho (Estado, Guerra, Marina, Hacienda, Justicia e Indias), antecedentes de los ministerios. En 1787 se establece la Junta Suprema de Estado, antecedente del Consejo de Ministros. 
- Los consejos fueron decayendo. Algunos se suprimieron: Aragón, Italia, Flandes; al de Estado se le ignoraba en la práctica, y el de Indias vió muy reducidas sus competencias. 
- Sólo el Consejo de Castilla mantuvo su rango, convertido por los borbones en una especie de Ministerio de la Gobernación – preparaba y redactaba las leyes – sin dejar de ser Tribunal supremo de Justicia. Su presidente era el cargo más importante tras el rey. 
4. La nueva dinastía intensificó la política regalista, buscando la supremacía de la Corona, poder civil, sobre la Iglesia. Además del Concordato de 1753 que conseguía el patronato regio, o derecho de la Corona a nombrar los cargos eclesiásticos, sobre todo las altas dignidades, como obispos, las dos medidas principales fueron el establecimiento de un mayor control sobre la Inquisición y, sobre todo, la expulsión de la Compañía de Jesús adoptada por Carlos III en 1778 como consecuencia del Motín de Esquilache. (tb. de Portugal, 59; Francia, 64; Nápoles, 67 y Parma, 68) 
5. Durante el reinado de los Austrias la hacienda había tenido tres grandes problemas: mantenimiento de un imperio en guerra, la Corona de Castilla había soportado casi toda la carga fiscal, la mala organización de los ingresos y de su sistema de recaudación. 
Los borbones sanearon algo la hacienda gracias a: 
a) pérdida de las posesiones europeas que supuso un gran ahorro. 
b) la aplicación de algunas reformas de impuestos que permitieron mayores ingresos. 
Hubo intentos no demasiado eficaces de reformar el sistema de Hacienda. Con Felipe V, como consecuencia de los Decretos de Nueva Planta se obligó a contribuir a la Corona de Aragón. Se estableció una cantidad a cada reino equivalente a la que pagaba Castilla. El impuesto tiene diferentes nombres: Catastro en Cataluña, Equivalente en Valencia, Unica Contribución en Aragón y Talla en Baleares. 
Se trató de unificar y racionalizar el sistema de impuestos y, para ello, se llevó a cabo el Catastro de Ensenada en 1749 en la Corona de Castilla. Este Catastro es un censo de todas las propiedades del reino, muy útil para los historiadores. Se buscó también la unificación monetaria, estableciéndose el “Real de a dos”. 
La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III. 
Carlos III (1759-1788), hijo de Felipe V y hermanastro de Fernando VI, antes de ser rey de España desempeñó el cargo de Rey de Nápoles de 1735 y 1759. Su reinado se caracterizó por la aplicación de las reformas del despotismo ilustrado dentro de la monarquía absoluta. 
El despotismo ilustrado fue la teoría política dominante en Europa durante el siglo XVIII, se basaba en dos principios: 
a) El poder absoluto de la monarquía. 
b) El ideal de rey filósofo, consecuencia del carácter aristocrático del pensamiento ilustrado. Sólo un rey filósofo, asistido por las minorías ilustradas, sabía lo que convenía a los súbditos y podía impulsar desde el poder las reformas racionales de la sociedad para el progreso y la felicidad del pueblo. Es el gobernante benefactor. 
El pueblo era el objeto, no sujeto. Todo para el pueblo pero sin el pueblo. 
El siglo XVIII fue un período de recuperación económica. Esta fue desigual, mayor en la periferia que en el centro peninsular. En ese contexto de crecimiento económico, con el Conde de Aranda (1769) y Floridablanca (1787) se llevaron a cabo los primeros censos con la finalidad de conocer las potencialidades económicas y fiscales. 
Carlos empezó por la reforma de Madrid, una de las capitales más sucias y pobres de Europa: se empedraron sus calles, se pusieron farolas de aceite, se construyeron paseos, se reguló la evacuación de residuos, etc. 
Entre los ilustrados se extendió la conciencia de la necesidad de emprender reformas en la agricultura, ocupación que ocupaba a la mayoría de la población y que estaba muy atrasada. Para ello se crearon asociaciones como las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País y los ministros de Carlos III prepararon diversos planes de reforma como el Memorial Ajustado de Campomanes y el Informe sobre la Ley Agraria de Jovellanos. 
Todos estos proyectos y documentos del período denunciaban las enormes propiedades amortizadas (mayorazgos de la nobleza o manos muertas de la Iglesia) y afirmaban que el acceso del campesinado a la propiedad de la tierra era una condición necesaria para el progreso del país. Por primera vez, se empezaba a hablar de la desamortización. Sin embargo, la negativa rotunda del Clero y la Nobleza, incluso hubo procesos de la Inquisición a ministros ilustrados con el Conde de Aranda, llevó a la paralización de las reformas. Las únicas medidas que se llevaron a cabo fueron el reparto de tierras comunales en Extremadura, la repoblación (fallida) de Sierra Morena bajo el gobierno de Olavide, la reducción de los derechos de la Mesta y algunas obras de regadío (Canal Imperial de Aragón, Canal de Castilla…). 
Los ministros ilustrados aprobaron medidas para fomentar el desarrollo de la Industria. Se rompió el monopolio de los gremios en 1772; se establecieron, con escaso éxito económico, las Reales Fábricas, con apoyo del estado (armas, astilleros, vidrio, tapices…) Las industrias textiles privadas catalanas (“indianas”) fueron más competitivas que las empresas estatales. También declararon la honorabilidad de todos los oficios (1783). 
Con respecto al comercio se adoptaron medidas conducentes a integrar el comercio nacional, como la mejora de las vías comunicación o la supresión de las aduanas interiores. Un decreto de 1778 estableció la liberalización del comercio con América, acabándose con el secular monopolio de la Casa de Contratación. Sin embargo, se mantuvo la política comercial proteccionista con respecto a las demás potencias. 
En el terreno financiero, se estableció el Banco de San Carlos, antecedente del futuro Banco de España. En este período, aparece la peseta, aunque no será la moneda oficial del país hasta 1868. 
Se hicieron reformas en la Administración de Justicia y Ejército, más profesional y al servicio del Estado. 
Teniendo en cuenta la dinámica política se pueden distinguir dos períodos en los gobiernos de Carlos III: 
1º) 1759-1766 Gobiernos de Esquilache y Grimaldi. Los intentos de introducción de reformas encontraron una viva reacción que culminó en el Motín de Esquilache en 1766. Esta revuelta que estalló contra el decreto que obligaba a cambiar capas y sombreros tiene razones complejas. Podemos hablar de un motín popular “nacionalista”, contra el ministro italiano, manejado por el clero (jesuitas) y la nobleza para frenar las reformas. Los Jesuitas, acusados de fomentar el motín, fueron expulsados en 1767, fue una medida regalista para limitar el poder de la Iglesia. 
2º) 1766-1788 Gobiernos del Conde de Aranda, Floridablanca y Campomanes. Este período está dominado por los grandes ministros ilustrados que ensayaron diversas reformas económicas que finalmente no se llevaron a cabo por la oposición del clero y la nobleza. 
Evolución de la política exterior en Europa. 
Las grandes líneas de la política exterior española arrancan de la difícil situación creada tras el Tratado de Utrecht. La política exterior se planteó los siguientes objetivos: recuperar Gibraltar y Menorca, territorios españoles en manos británicas, y conseguir establecer para príncipes de la familia Borbón en los territorios italianos perdidos. 
Para ello, la política exterior española se basó en la alianza con Francia, concretada en varios Pactos de Familia, y el enfrentamiento con Inglaterra en el Atlántico ante la amenaza británica a las posesiones españolas en las Indias. 
La política exterior de Felipe V (1700-1756) se dirigió a la recuperación de los territorios italianos. Ante el fracaso de los primeros intentos en solitario se optó por la alianza con Francia. Esta alianza se concretó en el Primer Pacto de Familia (1734) y el Segundo Pacto en 1743. Fruto de estos pactos fue la participación apoyando los intereses franceses en la Guerra de Polonia (1733-1738) y en la Guerra de Sucesión de Austria (1743-1748). Como resultado de esta intervención Felipe V consiguió que el infante Carlos, el futuro Carlos III de España fuera coronado Rey de Nápoles y Sicilia y que el infante Felipe fuera nombrado Duque de Parma. 
Con Fernando VI (1746-1759), el gobierno español adoptó una política exterior de neutralidad, equidistante entre Londres y París. En ese periodo se renovó la armada. 
Carlos III (1759-1788) volvió a la alianza con Francia y firmó el Tercer Pacto de Familia (1761) y a la participación de España en la guerra de los Siete Años (1761). La victoria británica, junto a su aliada Portugal, llevó a firma del Tratado de París (1763) por el que cedimos Florida a Inglaterra y Sacramento a Portugal. Para compensar esas pérdidas Francia nos cedió Luisiana. 
De nuevo en América, España junto a Francia apoyó a los rebeldes norteamericanos contra Inglaterra. La derrota británica llevó a la firma del Tratado de Versalles (1783) lo que permitió la recuperación de Menorca, Florida y Sacramento. 
La política exterior de Carlos IV (1788-1808) estuvo completamente marcada por la Revolución Francesa y nos llevó a la trágica guerra de la Independencia contra Napoleón en los inicios del siguiente siglo. 
La política borbónica en América. 
En un principio, la nueva dinastía Borbón no implicó ningún cambio importante en las colonias. La administración continuó sin cambios; el monopolio comercial (pese al creciente contrabando británico); los envíos de plata a cambio de los productos peninsulares y el papel preponderante del puerto de Cádiz (que había sustituido a Sevilla). 
A partir de mediados de siglo se inicia un cambio en la política de los Borbones hacia América. El gobierno de Madrid decidió incrementar la explotación colonial para que las colonias fueran más rentables. 
Para ello se adoptaron diversas medidas. Se promovieron, con escaso éxito, las Compañías de Comercio, siguiendo el modelo inglés y holandés. Se decretó la introducción de navíos de registro: barcos que podían comerciar al margen de la Flota de Indias. Esta novedad permitió que se incrementara el comercio gaditano con América. 
Durante el reinado de Carlos III se introdujeron importantes reformas. La Corona trató de incrementar el control administrativo de la metrópoli sobre las Indias: se excluyó de la administración a los criollos, se creó un nuevo virreinato, el del Río de la Plata en 1776, y ese mismo año se estableció el cargo de Intendente para reforzar el control de los territorios americanos. La expulsión de los jesuitas en 1767 tuvo en América una importante consecuencia: la Corona se anexionó importantes tierras, sobre todo en Paraguay, que hasta ese momento habían estado en manos de la Compañía de Jesús. 
En el terreno económico hubo un incremento impositivo y en 1778 se permitió el libre comercio entre la península y las Indias, rompiendo el monopolio sevillano-gaditano. 
Esta nueva política borbónica, enfocada sobre todo al beneficio de la metrópoli, engendró movimientos de protesta de los criollos, apartados de los cargos administrativos, y de la explotada mano de obra indígena. En 1780-1781 se inició una revuelta en Perú iniciada por los criollos pero que pronto se convirtió en una rebelión indígena (Tupac Amaru). La revuelta fue duramente reprimida. 
Las reformas administrativas en América 
- La nueva dinastía impuso un cambio sustancial, tanto en lo político como en lo económico. 
- El Consejo de Indias fue perdiendo competencias a favor de las Secretarías y sólo conservó funciones judiciales y de asesoramiento. 
- Lo mismo ocurrió con la Casa de Contratación, que se disolvió en 1790, desaparecido el monopolio de un solo puerto. 
- A los dos virreinatos existentes – Nueva España y Perú – se añadieron otros dos, segregados del de Perú: 
a) Nueva Granada, al norte, capital en Santa Fé de Bogotá y jurisdicción sobre los actuales Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador. 
b) Río de la Plata, al Sur, capital Buenos Aires y jurisdicción sobre los actuales Bolivia, Paraguay, Argentina, Uruguay y Chile. 

En las Audiencias no cambios importantes. 
- Las auténticas novedades borbónicas fueron dos: 
1. Creación en la 2ª mitad siglo de un ejército regular americano con destacamentos en lugares estratégicos. 
2. Establecimiento en 1764 de intendencias, como las peninsulares, que sustituyeron a la antigua división en gobernaciones y corregimientos. 
- Se controló más eficazmente las colonias. Se consiguió un mayor rendimiento económico y fiscal. 
La política comercial con América 
- No sólo se pretendió que las colonias fueran una buena fuente de metales preciosos, sino que se consideró una fuente de ingresos a través de una explotación económica de tipo colonial, como exportadora de materias primas (tabaco, cacao, azúcar) e importadora de productos peninsulares. 
- En un primer momento se imitaron las prácticas inglesas y holandesas de crear compañías comerciales privilegiadas y monopolísticas, como la Compañía Guipuzcoana de Caracas, fundada en 1728, era privada, la Corona la cede el monopolio de Venezuela. Traía cacao y tabaco, enviaba manufacturas, sobre todo siderúrgicos vascos. 
- Más adelante, por la imposibilidad de satisfacer el mercado americano con el monopolio de un solo puerto – Cádiz – se fue liberalizando el comercio: 
1. En 1735 se suprime el sistema de flotas y galeones, sustituido por el sistema de registros, más ágil, los particulares podían cargar sus mercancías en barcos autorizados, que partían para América cuando querían, una vez registrada en Cádiz la mercancía. 
2. Decretos de 1765 y 1778 autorizaron el libre comercio directo de puertos peninsulares con los americanos, se acabó el monopolio. Gran estímulo para la industria, más la Catalana. 
- El comercio con América aumentó mucho en el siglo, pero América era un mercado excesivo para la escasa capacidad de producción peninsular. La mayoría de los productos eran extranjeros, y en la exportación española predominaban los productos agrícolas. Se calcula que el contrabando era superior al comercio legal. 

La Ilustración en España. 
La Ilustración en España se inscribe en el marco general de la Ilustración europea (espíritu crítico, fe en la razón, confianza en la ciencia, afán didáctico). Las influencias son esencialmente francesas e italianas. 
- La Ilustración es el fenómeno cultural e intelectual que define las formas de pensamiento del Siglo XVIII o de las luces. 
- El pensamiento ilustrado partía de los logros de la revolución científica del XVII, que concluía que la naturaleza se regía por leyes comprensibles para la razón, y que podían ser formuladas científicamente. 
- Se basó en el culto a la razón, que podía explicar no sólo la naturaleza, sino también la sociedad y el hombre, y perfeccionarlos. La sociedad se debía organizar racionalmente, rechazando viejas creencias y prácticas sociales. 
- Progreso y felicidad popular fueron las dos grandes consignas del siglo. 
- Siglo optimista, expansivo y progresista. Eran firmes partidarios de la educación y el progreso. 
- El pensamiento ilustrado fue minoritario, reducido a círculos de intelectuales de nobleza y clero. No fue un pensamiento revolucionario, sino reformista. 

Los ilustrados fueron una minoría culta formada por nobles, funcionarios, burgueses y clérigos. Básicamente se interesaron por: 
Reforma y reactivación de la economía (preocupación por las ciencias útiles, mejora del sistema educativo). 
Crítica moderada de algunos aspectos de la realidad social del país. 
Interés por las nuevas ideas políticas liberales, aunque, en su mayor parte, no apoyaron planteamientos revolucionarios. 
 
Su afán reformista les llevó a chocar con la Iglesia y la mayor parte de la aristocracia. Pese a los afanes ilustrados, la mayoría del país siguió apegada a los valores tradicionales. 
En la primera mitad de siglo destacan Feijóo, cuya obra se centro en la divulgación de la ciencia de Newton y en la crítica a los prejuicios tradicionales y las supersticiones (Teatro Crítico, 1726) y Mayáns. 
Durante este período se crearon las principales Academias, instrumento de difusión de las luces, Se establecieron la Real Academia de la Lengua, Medicina, Historia, Bellas Artes de San Fernando, y, junto a ellas, el Jardín Botánico y Gabinete de Historia Natural. 
Tras el impulso reformista del reinado de Fernando VI, la ilustración llega a su apogeo en el reinado de Carlos III. Los ministros de este monarca, con espíritu renovador, trataron de elevar el nivel económico y cultural del país. Los escritos de Campomanes, Jovellanos, Capmany o Cabarrús muestran la asimilación de las teorías económicas de la fisiocracia y del liberalismo económico. Fruto de ese interés por los asuntos económicos y sociales fue la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, preocupadas por la difusión de las “ciencias útiles” y el desarrollo económico. El interés por la educación y el progreso científico se concretó en la creación de nuevas instituciones de enseñanza secundaria (Reales Estudios de San Isidro), de enseñanza superior (Colegio de Cirugía, Escuela de Mineralogía, Escuela de Ingenieros de Caminos) y en la reforma de las Universidades y de los Colegios Mayores. 
El desarrollo de las ciencias experimentales fue importante: Mutis y Cavanilles en biología, Ulloa y Jorge Juan en Astronomía y Cartografía, Piquer en Medicina. 
También se desarrolló la literatura didáctica y crítica (Feijóo, Jovellanos, Cadalso y Moratín con su célebre El sí de las niñas, y se desarrolló la prensa y las revistas literarias y científicas. 
La ilustración trató de impulsar los cambios “desde arriba”, por lo que había que convencer a la sociedad de la conveniencia de las reformas. Para ello se utilizaron ciertos vehículos de propagación de las ideas: 
a) La educación: planteaban una educación diferenciada, con una clara finalidad pragmática (conocimientos útiles). Los grupos sociales superiores debían aprender el nuevo pensamiento, para que fueran dirigentes. Las clases populares limitarían su aprendizaje a conocimientos básicos e instrucción técnica. Las reformas emprendidas fueron parciales y no llegaron ni a los tímidos objetivos propuestos. 
b) Las Sociedades Económicas de Amigos de País: eran instituciones privadas, fomentadas y ayudadas por Carlos III, y más por Campomanes. Organizaban actividades de todo tipo para fomentar la aplicación de las nuevas técnicas y nuevo pensamiento económico. Daban clases de: agricultura, artes e industria, ofrecían premios, etc. 
c) La prensa periódica: fue una novedad del siglo, tuvo gran acogida durante la segunda mitad por parte del público minoritario ávido de conocer las novedades científicas e intelectuales. Era una prensa científica, literaria y sociológica. Respondía a las nuevas concepciones ilustradas. 


jueves, 25 de abril de 2013

España en el Siglo XVII


Evolución económica y social
Si el siglo XVI coincidió con una fase expansiva de la economía, el XVII, hasta 1680 fue una etapa de crisis en España y Europa, excepto Inglaterra y Holanda. 
Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. Cruentas epidemias, entre las que destacan las de peste, se repitieron periódicamente, coincidiendo con épocas de carestía y hambre. Un ejemplo: Sevilla perdió 60.000 habitantes en la peste de 1647. Otros factores colaboraron con la crisis demográfica: la expulsión de los moriscos en 1609 supuso la pérdida del tres por ciento de la población del reino, siendo especialmente grave en Valencia y Aragón; las frecuentes guerras exteriores y el aumento de los miembros del clero que colaboró en descenso de la tasa de natalidad. La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos. En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le unió la de la ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria, incapaz de competir con las producciones extranjeras. 
El comercio también entró en una fase recesiva. La competencia francesa en el Mediterráneo y la competencia inglesa y holandesa en el Atlántico, agravaron una coyuntura marcada por el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de las minas americanas. Consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria.
La situación fue empeorada por la incorrecta política económica de los gobiernos de la Corona, que agravaron más que solucionaron los problemas: envilecimiento de la moneda (menos plata en su contenido), devaluación monetaria, aumento impositivo. 
La recuperación comenzó al final del siglo: La crisis demográfica y económica puede considerarse acabada hacia 1680. Ya desde antes aumento de la natalidad, más en las zonas litorales. También se fue recuperando la producción y el comercio. En 1680 drástica, pero muy beneficiosa a largo plazo, devaluación de la moneda de vellón. Caos inicial – casi el 75%- pero frenó la inflación y estabilizó el sistema monetario. 
En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivió un proceso de polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor parte de la población, la debilidad de la burguesía y las clases medias, y el crecimiento numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro. 
Las repercusiones sociales de la crisis afectó a todas las capas sociales: 
- La nobleza aumentó su número por las ventas de títulos, hábitos de las órdenes militares e hidalguías. El descenso demográfico hizo bajar las rentas señoriales así como la crisis agraria, por lo que se endeudó para mantener su tren de vida: el boato era fundamental en la España del XVII. 
- Creció el número de religiosos, como medio de vida. 
- La escasa burguesía tenía como meta dejar los negocios e invertir en tierras y rentas fijas – juros o títulos de deuda pública – e incluso en ennoblecerse. Esto se debe a la mentalidad nobiliaria, antiburguesa y rentista de la sociedad española desde la expulsión de los judíos. Sin embargo en época de crisis la inversión en tierras era una inversión prudente. 
- El campesinado, sobre todo el de Castilla, fue el sector más afectado por la crisis y la voracidad fiscal de la Corona. Muchos pequeños empresarios tuvieron que endeudarse y muchos perdieron sus tierras, emigraron, lo que empeoraba la situación de los que se quedaban. 
- Hubo un resurgir del bandolerismo, y es el siglo de la picaresca. 

La mentalidad social imperante, marcada por el desprecio al trabajo agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se convirtieron en arquetipos sociales de las España del Barroco. 
Esplendor cultural. El Siglo de Oro. 
Aunque se refiere en general al siglo XVI, algunos estudiosos han considerado que el Siglo de Oro se extendería culturalmente entre 1492 con la “Gramática” de Nebrija y 1681 en que muere Calderón. 
Sus principales características fueron la exaltación de la monarquía, su carácter popular y la defensa de la tradición y la religión católica. 
La mentalidad de la sociedad española siguió marcada por los valores aristocráticos y religiosos de la mentalidad colectiva en la centuria anterior. Así, valores típicamente nobiliarios como el “honor” y la “dignidad” fueron reivindicados por todos los grupos sociales. Un ejemplo de esta mentalidad fueron los duelos, costumbre generalizada que a veces tenía lugar por las ofensas más nimias. Cualquier atentado al honor de un noble llevaba inmediatamente a dirimir la cuestión mediante la espada. Hubo que esperar al siglo XVIII para que se prohibieran legalmente los duelos. 
Unido a lo anterior se extendió el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, es decir, que manchaban el “honor” y la “dignidad” de aquel quien los ejercía. 
Esta mentalidad se apoyaba en los múltiples privilegios que detentaba la nobleza (exención de pagar impuestos directos, no poder ser encarcelados por deudas, no ser torturados, ser enviados a prisiones especiales… Los privilegios llegaban hasta el cadalso: los nobles no podían ser ahorcados y tenían el “privilegio” de morir decapitados. 
Esta mentalidad llevó a que, exceptuando ciudades mercantiles como Cádiz o Barcelona, no se pueda hablar de la existencia de una burguesía (mercaderes, 8 
fabricantes) con mentalidad empresarial que promoviese el desarrollo económico, tal como estaba ocurriendo en Inglaterra, Holanda… 
Las gentes con medios económicos, en vez de hacer inversiones productivas en la agricultura, el comercio o la artesanía, tendieron a buscar el medio de ennoblecerse, adquirir tierras y vivir a la manera noble. 
Toda esta mentalidad debe enmarcarse en un contexto de pesimismo y de conciencia de la decadencia del país. 
En lo referente a la cultura, España vivió una época de auge sin precedente. Iniciado el siglo con la figura de Cervantes (1547-1616) y su "Quijote" (1605 y 1614), las letras hispanas brillaron con el misticismo (S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa), la novela picaresca (Mateo Alemán, Quevedo), en poesía destacan Góngora, Lope de Vega, Quevedo, en teatro: Lope de Vega (comedia nacional), Tirso de Molina, Calderón de la Barca, además destacaron los corrales de comedia y los autos sacramentales. También en campos como el derecho con Francisco de Vitoria o economía con los arbitristas. 
La pintura española del Barroco es una de los momentos claves de la historia de la pintura mundial. Los nombres de Zurbarán, Velázquez, Alonso Cano, Ribera o Murillo muestran el momento de apogeo del arte barroco español. En arquitectura (Ribera), escultura (Gregorio Fernández, Martínez Montañés o Juan de Mena).

lunes, 22 de abril de 2013

Austrias Menores


AUSTRIAS MENORES

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII fueron los validos. Los validos son personajes, miembros de la aristocracia, en los que el rey depositaba su total confianza. El monarca se desentendía de las labores de gobierno y el valido tomaba las principales decisiones. Suponía la unión de dos elementos: un amigo íntimo y un trabajador eficaz.No fueron un fenómeno exclusivamente español aparecieron en otras monarquías europeas.

Los validos gobernaron al margen del sistema institucional de la monarquía, al margen de los Consejos. En su lugar, como órganos de asesoramiento, crearon Juntas reducidas compuestas por sus propios partidarios. El nuevo sistema significó un aumento de la corrupción. Los validos aprovecharon su poder para conseguir cargos, pensiones y mercedes para sus familiares y partidarios, lo que provocó críticas generalizadas por parte, sobre todo, de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido.

Validos de Felipe III: (1598-1621) Duque de Lerma y Duque de Uceda. Validos de Felipe IV: (1621-1665) Conde-Duque de Olivares y Luis de Haro. Validos de Carlos II: (1665-1700) Padre Nithard, Fernando Valenzuela, durante la Regencia de Mariana de Austria (1665-1675), Duque de Medinaceli y Conde de Oropesa (Carlos II).

Otro fenómeno que se generalizó en la administración española del siglo XVII fue la venta de cargos. Lo inició en épocas anteriores la Corona como medio para obtener dinero rápido. Su uso se extendió con Felipe III. Estos cargos se convirtieron en hereditarios, lo que en la práctica significó que la Corona cedía parte de su poder a los que detentaban los cargos. Pese a los muchas protestas que hubo, esta costumbre se mantuvo durante todo el siglo XVII.
-            El valido de Felipe III (1598-1621) fue del duque de Lerma (Francisco de Sandoval), político mediocre y de gran ambición, que retiró de todos los cargos importantes a sus anteriores titulares para colocar en ellos a sus parientes y amigos. El traslado de la Corte a Valladolid en 1600 probablemente estuvo motivada por el afán del valido de acaparar al rey – acercando la corte a su villa de Lerma, además de alejarlo de la peligrosa influencia de la abuela la Emperatriz María. En 1606 la Corte volvió a Madrid. En 1618 Lerma es sustituido por su hijo el duque de Uceda.
-            El valido de Felipe IV (1621-1665) fue Gaspar de Guzmán, el Conde Duque de Olivares, noble andaluz nacido en Roma, educado en la universidad de Salamanca, hombre muy activo, fue heredero de los arbitristas, decidido a emprender reformas convencido de la tradición imperial. Olvares tenía una gran inteligencia política y sincera voluntad de reforma. Felipe IV era un monarca culto y con más interés por el gobierno. Relevó a Olivares en 1643 y puso a Luis de Haro, sobrino de Olivares, modesto y amable, rehuyó el título de privado.
-            Carlos II (1665-1700), tenía 4 años al ser coronado, Mariana de Austria gobierna con un consejo de regencia con tres magnates castellanos y tres aragoneses. La regencia duró de 1665 a 1675. La reina prescindió pronto del consejo y depositó su confianza en el jesuita alemán padre Everardo Nithard, su confesor. La corte se convirtió en un hervidero de intrigas y luchas por el poder. Los validos se sucedieron en el poder: Nithard (h.1668), Valenzuela (h.1677), Juan José de Austria (h.1679), duque de Medinacelli (1679-85), conde de Oropesa (1685 a 91). En un clima de inestabilidad política, agudizado al final del reinado por el problema sucesorio.

Los conflictos internos.
Los Reyes Católicos habían construido el nuevo estado que se había estructurado como un conjunto de reinos unidos por tener los mismos monarcas pero que mantuvieron sus propias leyes e instituciones. Desde el siglo XVI se manifestaron conflictos entre una tendencia centralizadora, que trataba de homogeneizar los territorios de la Corona siguiendo el modelo de reino más poderoso, Castilla, y una tendencia descentralizadora que buscaba el mantenimiento de las leyes (fueros) e instituciones particulares de cada territorio.

A estas tensiones de tipo político se les vino a unir en el siglo XVII las derivadas de la dura crisis económica y social que sufrió la monarquía hispánica.

Felipe III continuó la política de intolerancia religiosa: en 1609 decretó la expulsión de los moriscos. Esta medida afectó especialmente a los reinos de Aragón y Valencia y provocó el despoblamiento de determinadas zonas y falta de mano de obra agrícola.

El valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, trató de que los demás reinos peninsulares colaboraran al mismo nivel que Castilla en el esfuerzo
bélico que agobiaba a una monarquía con graves dificultades financieras. España participaba en esos momentos en la guerra de los Treinta Años. Este proyecto de Olivares, conocido como la “Unión de Armas” desencadenó la crisis más grave del siglo XVII, la crisis de 1640:

LA CRISIS DE 1640
Las necesidades financieras de la monarquía por la Guerra de los Treinta Años (Guerra de los Treinta Años había comenzado en 1618 y las hostilidades con los rebeldes holandeses se habían reanudado) obligaron a aplazar reformas y a recurrir a todo tipo de medidas de urgencia que agravaron la crisis social y económica, sobre todo en Castilla. Los conflictos fueron constantes y se produjeron rebeliones: Vizcaya 1632, Cataluña 1640-52, Portugal 1640-1668, Andalucia 1641 y 1647 a 52, Nápoles 1647, y Sicilia 1647.

El enorme esfuerzo militar que para la Monarquía suponía las continuas guerras europeas y la demanda de sacrificios a los reinos que componían la Corona realizada por la “Unión de Armas” propuesta por el Conde-Duque de Olivares en 1632 precipitaron la crisis de 1640 con dos escenarios principales: Cataluña y Portugal.

La rebelión de Cataluña (1640-1652)
- La causa inmediata fueron los abusos cometidos sobre la población por parte de los soldados, y la negativa a aceptar la Unión de Armas por las cortes catalanas.
- Olivares subestimaba el apego de los catalanes a sus instituciones tradicionales. La gran fuerza eran la ciudad de Barcelona y un campesinado próspero.
- Enfrentamientos entre campesinos y soldados en diferentes lugares, la rebelión se extendió a Barcelona, donde un grupo de rebeldes vestidos de segadores iniciaron un gran motín y asesinaron al virrey, conde de Santa Coloma, el día del Levantamiento del Corpus de Sangre El 7 de junio de 1640. En Tortosa y otras ciudades se hizo huir a tropas reales.
- Enviados de la Diputación de Cataluña fueron a Madrid a manifestar su sentimiento por lo ocurrido e hicieron propuestas no aceptadas, en Madrid predominaron los partidarios del rigor. En Cataluña se impusieron también los partidarios del secesionismo, como Pau Claris, jefe del Brazo Eclesiástico.
- La Generalitat presidida por Pau Clarís se puso al frente de la rebelión. Ante el avance de tropas castellanas, los rebeldes aceptaron la soberanía de Francia. Un ejército galo entró en Cataluña y derrotó a las tropas castellanas en Montjüic. Nombraron al rey francés conde de Barcelona. El 16-1-1641 se proclamaba que Cataluña era una república independiente bajo la protección de Francia. El Rosellón y Lérida eran conquistadas en 1642.
- La crisis económica, unida a un nuevo brote de peste y al mayor centralismo francés, provocó el agotamiento de los catalanes que se rindieron en 1652 a las tropas de Juan José de Austria, bastardo de Felipe IV, con la condición del respeto a sus antiguos fueros.

- El dominio de la Francia de Luis XIII y Richelieu acabó con la reconquista del Principado y la caída de Barcelona en 1652. Sin embargo, la Corona Española perdió el Rosellón y la Cerdaña en la Paz de los Pirineos en 1659.
La rebelión y la independencia de Portugal (1640-1668) - Amplios sectores de la sociedad portuguesa consideraban que la
incorporación a la monarquía de Felipe II les había ocasionado más perjuicios que beneficios: Portugal había atraído hacia sus territorios coloniales a enemigos de España, como los holandeses que habían atacado Brasil y ocupado plaza del Pacífico. España no había garantizado su defensa. (En 1654 Brasil volvió a ser colonia Portuguesa).

- La rebelión portuguesa tuvo un marcado carácter nobiliario, anticastellano e independentista.
- Se proclamó al Duque de Braganza como rey, con el nombre de Juan IV. - La rebelión sorprendió al gobierno, que fue incapaz de atender simultáneamente dos frentes.
 - La nueva monarquía se consolidó con la ayuda de Francia e Inglaterra.
 - España reconoció su independencia en 1668, con Carlos II.
Pese a ser aplastados todos los movimientos, excepto el portugués, Felipe IV mantuvo los fueros de los diversos reinos.

POLÍTICA EXTERIOR
El siglo XVII fue testigo de la aparición y consolidación de un nuevo orden internacional en Europa. Las guerras fueron una constante del que ha sido denominado Siglo de hierro. La cruel Guerra de los Treinta Años (1618-1648) y, unida a la anterior, la Guerra Franco-Española que culminó en 1659 son buen ejemplo de ello.
La Paz de Westfalia de 1648 puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Este tratado significó el triunfo de una “Europa horizontal”, basada en monarquías independientes y en la búsqueda del equilibrio diplomático y militar, y la derrota de la idea de una “Europa vertical”, en la que los reinos estarían subordinados al Emperador y al Papa.

Más que esto, La Paz de Westfalia supuso el fin de la hegemonía de los Habsburgo (Austrias) en sus dos ramas, la de Madrid y la de Viena, en Europa.
El reinado Felipe III (1598-1621) fue un reinado pacífico. Agotada España y sus enemigos tras las continuas guerras del siglo anterior, se paralizaron los conflictos con Francia, Inglaterra y los rebeldes holandeses, con los que se firmó la Tregua de los Doce Años (1609-1621).

Con Felipe IV (1621-1665) y su valido, el Conde-Duque de Olivares, España volvió a implicarse en los grandes conflictos europeos. La monarquía española participó en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), apoyando a los Habsburgo de Viena (Emperador del Imperio Germánico) y a los príncipes católicos alemanes. El fin de la Tregua de los Doce Años (1609-1621) añadió un nuevo frente al conflicto.

El conflicto se inició con victorias de los Habsburgo, como la toma de Breda a los holandeses y las victorias de Nordlingen y la Montaña Blanca en el conflicto germánico. Pronto cambió el signo del conflicto y las derrotas se repitieron, como en Rocroi ante Francia, mientras que franceses e ingleses atacaban las posesiones americanas. La impotencia de los Habsburgo llevó finalmente al Tratado de Westfalia (1648) por el que se ponía fin a la Guerra de los Treinta Años y en el que España reconoció la independencia de Holanda.

La Paz de Westfalia no marcó el fin de las hostilidades. La guerra continuó hasta 1659 contra Francia. Finalmente en la Paz de los Pirineos (1659), Felipe IV aceptó importantes cesiones territoriales, Rosellón y Cerdaña, Artois... en beneficio de la Francia de Luis XIII.

La débil monarquía de Carlos II (1665-1700) fue incapaz de frenar al expansionismo francés de Luis XIV, España cedió diversos territorios europeos en las Paces de Nimega, Aquisgrán y Ryswick. Su muerte sin descendencia provocó la Guerra de Sucesión (1701-1713) al trono español en la que al conflicto interno se superpondrá un conflicto europeo general. La Paz de Utrecht en 1713 significó el fin del imperio español en Europa.